domingo, 29 de enero de 2012

Vivo en la margen derecha

29.01.12 - HOY - A. GILGADO ANTONIO GILGADO | BADAJOZ.
Jóvenes del Gurugú y San Fernando reivindican su origen con orgullo y desmontan tópicos
Jaime Mendo: Estudia segundo de magisterio en primaria en la Universidad de Extremadura. Estudió en el colegio La Asunción del barrio. Desde los cinco años participa en asociaciones del barrio. Le gustaría seguir viviendo en el Gurugú. «En la universidad no se creían que yo viviera en el Gurugú»

Julio Rodríguez: Estudió primaria en el antiguo colegio público del Gurugú y formación profesional en Mérida. Trabaja como técnico forestal. Participa en el proceso comunitario de la margen derecha y en la asociación juvenil. «En otros barrios de Badajoz se vive, aquí se convive»

Ana Durán: Estudió en el colegio Santo Tomás de San Fernando. Diplomada en magisterio y licenciada psicopedagogía.Participa en todas las actividades que se organizan en San Fernando. Pide más colaboración entre los barrios de la Margen Derecha. «Aún me encuentro con gente a la que le da miedo cruzar el río»

Julio, Jaime y Ana apenas se conocen entre ellos. Los dos chicos viven en el Gurugú y ella en San Fernando, pero los tres mantienen, cada uno a su manera, su particular lucha contra algunos tópicos de Badajoz. Viven en zonas asociadas al tráfico de droga, a la marginalidad y con no muy buena fama en el resto de la ciudad, pero ellos son universitarios, colaboran con asociaciones caritativas y les gustaría liderar algún día el cambio que necesitan sus barrios.

Con el tiempo descubrieron que la frontera que marca el río y la estación del tren está llena de prejuicios. Tampoco quieren engañar a nadie. Saben de los problemas que tienen sus barrios, pero piden a gritos que no se generalicen.

A Ana le encanta pasear por el parque de San Fernando y Julio descubrió de pequeño que la diversidad de religiones y razas de sus vecinos son una riqueza.

Julio y Jaime conviven desde niños con las consecuencias que las drogas dejan en sus vecinos, pero reivindican que se hable también de la «gente obrera y luchadora que tratan de salir adelante y de los que nadie se acuerda». Muchos de los niños con los que jugaban de pequeño han pasado por el Marcelo Nessi o por la cárcel, pero también los hay que han llegado a la universidad.

La diferencia, explica Julio con una claridad pasmosa, radica que en barrios como el suyo tienes que empezar a elegir entre un camino u otro cuando todavía eres demasiado joven. «Yo no era ningún niño bueno, también era un cabrón como el resto, había que mantener el estatus».

Pronto descubrió que una cosa eran las travesuras y otra muy distinta el tonteo con las drogas. No fuma, no bebe y en su vida se ha fumado un porro, aunque de pequeño veía como algunos niños de su edad pasaban por la puerta de su casa inhalando pegamento y sus vecinos se pegaban la vida padre con el trapicheo.

Reconoce que podría haber acabado igual, pero a él le valieron los consejo de los maestros del colegio.

Huérfano de padre y madre, la única referencia paterna a la que se agarraba era precisamente la de los profesores. Las charlas que a la mayoría le entraba por un oído y le salía por otro a él se le grabaron a fuego. «Si te dicen en el colegio que hay que estudiar pero vas a casa y tu padre no le da importancia, acabas haciendo lo que ves en casa». Por su propia experiencia ha aprendido que en muchos casos los niños no son más que víctimas del entorno familiar, por eso pone tanto empeño en el trabajo de la asociación juvenil del barrio.

Su objetivo es que los chicos descubran algo más que el submundo donde se mueven. Cree que en muchos casos terminan saturados de referencias negativas y que hay que combatirlas con otras positivas. «Nuria Cabanillas, la de las Olimpiadas, es de aquí y lo dice con orgullo, pero poca gente lo sabe».

Le molesta sobremanera que siempre recurran a los mismos comentarios cuando explica que vive en el Gurugú. Barbaridades como «allí no entra la Policía» las sigue escuchando todavía.

Durante la conversación deja claro una y otra vez que su caso no es una excepción. Que en su grupo de amigos del barrio hay gente con problemas con la justicia, pero también hay maestros, músicos, biólogos y universitarios. «Es bueno que se sepa que aquí hay de todo». En un futuro no se imagina viviendo en otro sitio de Badajoz que no sea la margen derecha. A los que tienen miedo de pasar por la estación del tren Jaime y Julio les enseñaría el centro social del Gurugú, donde cada tarde se reúnen inmigrantes, gitanos y payos en los talleres. «Es un hervidero». Acuden los alumnos del aula de adulto para sacarse el graduado, los del curso de cocina, los de Internet. «Aquí se convive, en otros sitios simplemente se vive».

El lema, lo suscribe Jaime, a quien le molesta las exageraciones que continuamente tiene que enmendar a gente que habla del Gurugú y la Luneta. Pone como ejemplo lo del equipo de fútbol la Asunción. Muchos años después de su desaparición todavía circulan comentarios sobre su agresividad. «Si no hay compite va a ser peligroso». El mismo participó en el Asunción cuando era pequeño. «Cuando jugábamos con el Flecha Negra algunos padres venían con la Policía, como si fuéramos a matar a alguien». Jaime también colabora con la asociación juvenil del barrio y en breve terminará su carrera de maestro. Le gustaría ejercer en un colegio del barrio y ayudar a los niños a saber elegir el camino correcto. «No todo el mundo tiene la personalidad o el entorno familiar para hacerlo». La misma pasión por la docencia tiene Ana. Estudio magisterio y psicopedagogía. Como sus compañeros, reivindica su procedencia con orgullo. Atrás queda la época en la que algunos se avergonzaban de decir que vivían en San Fernando o el Gurugú. A Ana le gustaría que hubiera más hermandad entre los dos barrios. «Gracias al Proceso Comunitario nos hemos unido más, pero debemos colaborar más». Le sorprende escuchar todavía a gente que le da miedo pasar del puente. Y se enfada cuando apelan a su procedencia para juzgar su comportamiento. «Si te molestas con algo siempre te dicen, como se nota que eres de San Fernando. ¿Es que la gente de otro sitio no se enfada?».

El latiguillo 'eres de San Fernando' lo detesta, pero mucho menos, que sean las propias administraciones quienes ninguneen al barrio. «Nos dice que somos muy artilleros y guerristas, pero si no nos hacen caso».

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