12.11.11 - HOY - MANUELA MARTÍN |
Hace diez días, en el puente de Todos los Santos, HOY se hizo eco de la indignación de algunos turistas que visitaban Cáceres y se encontraron con que iglesias y museos les daban con la puerta en las narices porque en lunes o festivo no había personal para mantenerlos abiertos.
La noticia se comenta por sí sola. Una ciudad cuya principal industria es el turismo y que tiene atractivos de sobra para atraer muchos más visitantes, se dedicaba a espantarlos poniéndoles trabas al disfrute del viaje. ¡Menuda campaña de marketing! Y eso que ahora celebra el 25º aniversario de su declaración como patrimonio de la humanidad por la Unesco. No es solo que los turistas afectados se vayan a pensar mucho si repiten, sino que convencerán a sus conocidos de que mejor no venir.
Hoy este periódico publica una noticia muy distinta, pero cuyo trasfondo es el mismo: la queja en primera persona de un empresario que ve cómo la burocracia de la administración y la desgana de algunos funcionarios convierten los trámites en un víacrucis desalentador.
El empresario Fermín Caraballo no se limita a quejarse sino que hace todo un alegato sobre la necesidad de que Extremadura y España funcionen, empezando por la administración. «No hay varitas mágicas. Solo el trabajo y la constancia de lunes a viernes, ocho horas diarias, arrimando el hombro cada día cada uno en su puesto. Desde el director hasta el aprendiz y desde el presidente del Gobierno hasta el último funcionario», clama este empresario que ha perdido dos años dándose cabezazos contra el muro de la administración para poner en marcha un proyecto innovador.
Enfermos de desgana
Lo grave es que este relato, cargado de sentido común, no expone una situación excepcional, sino que parece la norma y que probablemente retrata la grave enfermedad que sufre nuestra administración: la desgana, la falta de eficiencia. Una dolencia mucho más grave hoy que en tiempos de bonanza.
Si las ciudades más turísticas no se pueden permitir el lujo de tener cerrado los días claves, Extremadura tampoco el de marear a los emprendedores y hacerles desistir de sus iniciativas por agotamiento.
Esta región, igual que el resto de España, ha experimentado un notable desarrollo en los últimos 30 años.
La entrada en la Unión Europea, y los millones de euros que han llegado a la comunidad desde 1986, han propiciado un desarrollo en infraestructuras y dotaciones educativas y sanitarias inimaginable a principios de los años 80. Pero el ciclo expansivo ha acabado, España y Europa están metidas en una grave recesión y es muy probable que el dinero europeo que ha financiado generosamente a Extremadura (y otras regiones españolas y europeas), ya no vuelva a llegar nunca con la misma prodigalidad. El cuerno de la abundancia se ha secado.
Los economistas y expertos que desmenuzan a diario las causas de la crisis y se atreven incluso a aportar soluciones no siempre coinciden con las recetas. Pero en lo que sí suelen estar de acuerdo es en que España sufre un serio problema de competitividad. Nuestra productividad es muy baja y sólo una reforma profunda de la administración y de los sistemas de trabajo puede evitar que nos quedemos a la cola en un mundo global cada vez más competitivo.
En este escenario, probablemente más descarnado y menos solidario que el que existía hasta 2007, es más importante que nunca la capacidad de cada persona, de cada región y de cada país para construirse su propio futuro. Y solo el trabajo bien hecho lo garantiza.
Si alguien piensa todavía que la solución a la crisis nos la van a traer de fuera se equivoca. No existen ni las varitas mágicas ni los 'supermanes' al rescate de una Extremadura que todavía, en algunos sectores, y sobre todo en algunas mentalidades, no ha entrado en el siglo 21. Quejarse y echar la culpa a Madrid o a Bruselas de nuestros males puede consolar a algunos, pero no arregla nada
Parar y pensar....
Hace 6 días
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