06.06.2011 - HOY - DOLORES PALLERO ESPADERO
VICEPRESIDENTA PRIMERA EN FUNCIONES DE LA JUNTA DE EXTREMADURA
Cuando tomé la decisión de participar activamente en política sopesé el significado de esta opción e interioricé para siempre los postulados que rigen mi concepto de la sociedad, y de la vida. Yo, creo en la socialdemocracia porque creo que es la forma más justa e igualitaria de ordenarnos como sociedad, y nunca voy a negarla, pero también es cierto que todos estos postulados deben seguir siendo complementados y seguramente, redefinidos, en un mundo en constante cambio y cargado de incertidumbres.
Hoy todo se pone en cuestión, y tras asistir perpleja durante estos días a una nueva deriva de ataques a la persona de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, veo la oportunidad de hacer ver algo de esta experiencia personal para mostrar algunas realidades que quedan lejos de lo que publican los periódicos o se habla en infames tertulias televisivas desposeídas del uso de la lógica.
Las convicciones políticas sirven para tomar una opción de vida, una forma de relacionarse con la sociedad que nos rodea, una versión poderosamente arraigada en cada uno de nosotros. La palabra 'política', no implica nada peyorativo, muy al contrario, es la propia naturaleza de los hombres la exterioricemos como la exterioricemos.
Pero esto hay que completarlo. La política la hacen las personas y yo puedo decir sin tapujos que a mí, como a muchos otros que me han rodeado y me rodean en esta apasionante tarea, hay una persona que nos ha ayudado a completar y a hacer mucho más humanas nuestras convicciones, y sí, esa persona es Juan Carlos Rodríguez Ibarra.
Quien fuera presidente de la Junta de Extremadura durante 24 años es sinónimo de honestidad y de coherencia política, sin ningún matiz, y es por eso por lo que me niego a seguir asistiendo a un espectáculo de desprestigio mediático y vulgar que se ampara en un dudoso ejercicio del periodismo y muchas dosis de odios generados a base de impotencias.
Juan Carlos para Extremadura ha sido el albañil, médico y maestro de escuela, pero sobre todo un referente en una Extremadura que con la autonomía empezaba a tomar las riendas de su propio destino. Un hombre que ha dedicado su vida a luchar por las libertades de las que hoy disfrutamos y por la Extremadura que hoy conocemos. Es de todo punto inadmisible que se pretenda demonizar su figura usando argumentos vacuos y mentiras.
En esto, seguro, no me equivoco. Yo puedo asegurar que durante 24 años al frente del gobierno regional, Juan Carlos Rodríguez Ibarra ha sido el más honesto y honrado de los políticos, y que ahora se le pretenda condenar por los gastos de la puesta en marcha y mantenimiento de un organismo como es la oficina de quienes hayan ostentado la Presidencia de la Junta de Extremadura, se me antoja sencillamente injusto, sabiendo que jamás Rodríguez Ibarra ha pretendido hacer uso de lo público para nada más que no fuera el buen desarrollo de sus responsabilidades, exactamente lo que le habían encomendado los ciudadanos durante seis legislaturas consecutivas, pese a quien pese.
Juan Carlos Rodríguez Ibarra, aunque algunos se empeñen en lo contrario, siempre podrá mirar orgulloso a los ojos de cualquiera porque no tiene nada que ocultar, podrá siempre decir que dejó sus tareas de gobierno y se marchó a su puesto de profesor universitario con el mismo patrimonio personal con el que llegó: sus firmes convicciones políticas, su inigualable capacidad de liderazgo, su coherencia como político y su honestidad personal; nada más y nada menos. No es verdad que comprara un edificio para su uso (lo adquirió la Asamblea y es patrimonio de la institución), no es verdad que haya firmando ni una sola factura de compra de vino para su consumo o el de otros (y lo ha demostrado), ni es verdad que lo gastado en "lencería" (que a pesar de las malas conciencias no es más que la tradicional nomenclatura contable para referirse a la ropa a la que tienen derecho ciertos funcionarios públicos por las peculiaridades de sus trabajos, como los escoltas asignados por el Ministerio del Interior).
Juan Carlos también quiso renunciar a la escolta y el Ministerio la mantuvo, y sus motivos tendrá; seguramente porque su compromiso político siempre fue más allá del que se derivaba de sus responsabilidades al frente de la Junta de Extremadura. Y renunció a la asignación económica a la que hubiera tenido derecho como expresidente. Pero sobre todo, me niego a aceptar que quien durante 24 años no cambió ni una sola silla de su despacho o las cortinas que lo adornaban, como pudieron comprobar cientos de extremeños que por allí pasaron, aparezca ahora como un obsesivo depredador de gustos exquisitos.
Hoy, una información manipulada y tendenciosa puede conseguir que todos giremos durante unos días en torno a banalidades e insultos y que perdamos la necesaria perspectiva. Yo me niego y reivindico nuevamente la memoria palpable del político que es y será Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Y sobre todo; reivindico la verdad, aunque esta no venda. Por todo ello, pareciera más bien que Juan Carlos Rodríguez Ibarra es un 'Prometeo' deseado por quienes buscan alimentarse una y otra vez de su hígado, aunque para su desgracia lo único que encuentran es el sabor mediocre de sus propias bilis.
No escribo este artículo para defender a Juan Carlos Rodríguez Ibarra porque a estas alturas no tiene nada que demostrar, ni tampoco para mostrarle mi amistad, que de sobra conoce, sino porque me resulta realmente aberrante lo que tratan de hacer con una buena persona que, después de toda una trayectoria intachable, sencillamente, no se lo merece, y contra eso me revelo por injusto.
Parar y pensar....
Hace 6 días
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